Y mucho menos en programas creativos, de procesos artísticos, generalmente le tenemos respeto al maestro por lo que sabe y su trayectoria, pero nunca será realmente efectivo el aprendizaje por medio de la indimidación y humillaciones.
No es la primera vez que se acerca a mi un estudiante o algún compañero angustiado porque no logra entender un proceso creativo debido a que tiene que complacer a su maestro que sólo se enfoca en tener una actitud destructiva.
En mi experiencia con varios profesores de mi carrera, el tormento siempre fue el ego del maestro, de no compartir procesos o metodologías por celar su obra o maltratar el resultado de algún alumno porque su criterio personal le nubla el valor que tiene lo particular de un proceso personal de un estudiante en formación.
Creo que es un problema de profundidad en el que hay que entender y asumir que porque alguien tenga un talento innato o muy bien desarrollado no quiere decir que sepa enseñarlo. Atormentar a una persona que siente que no tiene talento o que no comprende el camino para llegar a una "buena idea" es cerrarle la puerta en la cara a una persona que quizás sí pueda llegar a desarrollar un buen trabajo o una buena obra y su único problema es que debe encontrar un camino diferente o abrir otras puertas.
Durante mi paso por la academia he tenido muy buenos maestros, la mayoría con trabajos personales que yo sólo podría soñar con hacer mejor. Pero cada uno de ellos encontraron valor en el camino que decidí trazar para encontrar mis propias ideas y aunque me influenciaron tremendamente me permitieron equivocarme y apreciaron mis resultados como parte de la construcción de lo que es, en éste momento, mi metodología. Una que quizás cambie, pero que no tiene raíz en el miedo a no ser exactamente como mis maestros o a no equivocarme nunca.
Un maestro que se regodea en que la mayoría de sus estudiantes pierden su asignatura no es más que un ladrón con "prestgio".