Llevo un poco más de un año como docente practicante en el instituto de lenguas de mi universidad.
Ésta experiencia me ha traido felicidad, mi mente es más abierta de lo que solía ser y he aprendido tanto como he enseñado. Gracias a ello, descubrí que mi propósito en la vida no es solamente cantar, si no que también es transmitir conocimiento, compartir buenos momentos con grades personas como lo son mis estudiantes.
Antes tenía cierto temor a los niños ya que como todos sabemos, suelen ser inquietos y todo lo demás. Pero más allá, los niños pueden eseñarte cosas que no te imaginas, por ejemplo, el valor de la amistad. Ver que entre ellos existe un grado enorme de compañerismo me hace pensar que son de alma pura e inocente.
Los chicos de la fotografía fueron mis estudiantes en el segundo semestre de Inglés del año pasado, aprendí a quererlos, y espero que en algunos años los pueda ver grandes y exitosos, felices, prósperos, y sentirme orgullosa de haber hecho parte (aunque en un corto tiempo) de su proceso de formación.
Yo por mi parte seguiré ayudando a más niños (y adolescentes también) a crecer, a educarlos y enseñarles lo grande e increíble que puede ser el mundo. Porque enseñar un idioma no es solo gramática y vocabulario, es también cultura y de la mano de ésta, la tolerancia.