Juan Carlos Pamplona Alza

La Metodología Esmeralda para clases virtuales de inglés se presenta como un enfoque práctico, ágil y medible desde la primera sesión. Se apoya en cuatro principios: uso inmediato del idioma en situaciones reales, distribución 80/20 que prioriza la práctica sobre la explicación, rutina estable que reduce la ansiedad y favorece la participación, y micro-tareas con objetivos alineados al MCER (A1–B1) para asegurar progresión. Cada clase de 60 minutos mantiene una secuencia simple y repetible: un warm-up breve activa el habla con una pregunta ancla; se ofrece un input claro y corto (audio o diálogo de 100–150 palabras) del que se extraen tres o cuatro frases de alta utilidad; sigue una práctica guiada con ejercicios de sustitución y mini role-plays para ganar seguridad; continúa una tarea comunicativa en parejas o pequeños equipos que culmina en un producto tangible (audio de 45–60 segundos, mini-post o mensaje funcional); y se cierra con retroalimentación concreta, destacando aciertos y señalando focos de mejora mediante un sistema de códigos sencillo (P: pronunciación, G: gramática, V: vocabulario, F: fluidez), además de un micro-reto para casa de cinco a ocho minutos. La planificación semanal integra funciones comunicativas al inicio (pedir, ofrecer, describir), actividades de fluidez a mitad de semana con conversaciones cronometradas y, al finalizar, un mini-proyecto demostrable (correo, nota de voz o presentación de 60–90 segundos). La evaluación es continua, amable y visible: se abre con una autoevaluación tipo “can-do”, cada entrega se valora con una rúbrica breve de cuatro criterios (claridad, corrección, vocabulario y fluidez) y al cierre del mes se realiza una breve demostración para evidenciar progreso. El enfoque es flexible por edad y contexto: con niños se incorpora TPR y cantos que vinculan imagen-gesto-frase; con personas adultas con poco tiempo se priorizan tareas asíncronas breves y aplicables al trabajo; en grupos mixtos se organizan parejas por nivel y se añade “shadowing” de 30 segundos para quienes avanzan más deprisa. En lo técnico, basta con herramientas accesibles—videollamada, una diapositiva con prompts, notas de voz, carpeta compartida y temporizador en pantalla—para mantener el foco en la interacción más que en la plataforma. El resultado es una experiencia de inglés virtual predecible en su estructura y productiva en su ejecución: cada sesión deja un artefacto útil, el estudiantado entiende por qué y cómo usar lo que aprende y el progreso queda documentado con claridad.